No sé en qué momento comencé a dudar de cada uno de mis pasos.
Dejé caer el vaso a medio lavar. Salí corriendo tangente de tu curva.
Ciega.
En qué momento empecé a dejar este medio metro de aire,
esperando que lo cruzaras, un día.
Como un océano.
Pero hay un pozo sin fondo.
Es un abismo que espero. Líneas de alta tensión, o cuchillos.
Mañana, de deshielo.
Necesito que me abraces cuando tengo un mal día.
Que que dos y dos son cuatro sólo antes de la noche.
Y luego, nada suma.
Desabrocha el silencio del cristal que roto dice "corta",
y desviste el estéril embrollo de esta hesitante usura.
Franquéame el espacio que retraigo hasta el nudo,
allá donde naufrago implosionando y freno.
Abrázame hoy,
que sin ti, no hay suma.
concesiones a pensamientos intermitentes
23 feb 2015
6 oct 2014
No son costras en las rodillas
Corren.
Los últimos años 80.
Los pantalones de pana.
Una foto analógicamente desvaída.
Hay a seres humanos a los que les crecen ramas de corteza adusta. De un espacio invisible que implosiona en el pecho. En torsos lisos e inaprendidos. Estallan ramas. Espinas aceradas de múltiples brazos.
Mi madre nos lee Platero cuando se va la luz.
Escribo poesías sobre conejos y creo en Dios.
Hay cosas que están bien.
Y mal.
No se corre en los pasillos.
Yo soy de esos. Periódicamente en lágrimas. Ante ojos plácidos/apáticos del público. Queda un óxido cruento -esgrimida espada - arma siempre a vueltas contra uno.
Hidra trémula de múltiples quejas que no sabe explicarse.
Porque el amor de mi madre es un insulto que no entiendo.
Desde mis 7 años.
Cómo el amor de mi madre es el odio de otros.
Cómplices todos en escuadrón de ataque: No hay nunca nadie que articule un basta.
Y el espacio se extiende, lo abarca a uno, todo. Mi persona, la peste que suma en cuarentenas. Parece justificado al fin, adicionar traiciones - para evitar contagios. Uno a uno graban los nombres en esta corteza.
Yo, hago cuentas desde entonces.
Barajo el álgebra de cómos y porqués.
Hilvano y no encuentro.
Escribo.
No son simples costras en las rodillas.
Sino cicatrices cinceladas.
Caligrafía de niño.
Los últimos años 80.
Los pantalones de pana.
Una foto analógicamente desvaída.
Hay a seres humanos a los que les crecen ramas de corteza adusta. De un espacio invisible que implosiona en el pecho. En torsos lisos e inaprendidos. Estallan ramas. Espinas aceradas de múltiples brazos.
Mi madre nos lee Platero cuando se va la luz.
Escribo poesías sobre conejos y creo en Dios.
Hay cosas que están bien.
Y mal.
No se corre en los pasillos.
Yo soy de esos. Periódicamente en lágrimas. Ante ojos plácidos/apáticos del público. Queda un óxido cruento -esgrimida espada - arma siempre a vueltas contra uno.
Hidra trémula de múltiples quejas que no sabe explicarse.
Porque el amor de mi madre es un insulto que no entiendo.
Desde mis 7 años.
Cómo el amor de mi madre es el odio de otros.
Cómplices todos en escuadrón de ataque: No hay nunca nadie que articule un basta.
Y el espacio se extiende, lo abarca a uno, todo. Mi persona, la peste que suma en cuarentenas. Parece justificado al fin, adicionar traiciones - para evitar contagios. Uno a uno graban los nombres en esta corteza.
Yo, hago cuentas desde entonces.
Barajo el álgebra de cómos y porqués.
Hilvano y no encuentro.
Escribo.
No son simples costras en las rodillas.
Sino cicatrices cinceladas.
Caligrafía de niño.
1 ago 2014
Aristas
Perpendicular. A saltos. Como una aguja - vinilo - acantilado
Acuso un caso de nostalgia por los días tristes.
Retrospectiva de noche / adolescente /
Sólo dentro de mi lo más salvaje que he calzado.
Kamikaze - Tigre - Bestia que no araña más que adentros.
Sólo me reconozco en mis aristas.
Acuso un caso de nostalgia por los días tristes.
Retrospectiva de noche / adolescente /
Sólo dentro de mi lo más salvaje que he calzado.
Kamikaze - Tigre - Bestia que no araña más que adentros.
Sólo me reconozco en mis aristas.
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