Ayer comenzó el futuro.
Nadie lo supo.
Ni el piloto que volaba hacia Atlanta,
ni los campos verdes, frescos y mullidos.
No dieron la noticia en la radio,
y sólo hubo un eco en las redes sociales.
Ayer el engranaje salió por la tangente.
Movieron ficha negras
de E4 hacia el Atlántico.
No hubo gritos; sí hubo resignados.
Y nadie clamó al cielo o los políticos.
Despedidas las fuerzas centrípetas,
se desmanteló el sistema binario.
Uno y uno = error.
No computan.
Sin embargo, debiera de haberlo sabido:
los olores no son como las sombras,
y el pasado ama las esquinas.
Apenas estrenado el futuro,
cerrando la puerta de casa,
el vinilo de Cohen me dijo,
mirándome fijamente a los ojos,
que seguías ahí.