Desde que voy naciendo
a este extraño mundo
donde se tiende una mano
al paso cambiado
Y la duermevela no
es ya el día en que el
cansancio no alcanza al desaliento,
en un invierno que el viento
aqueja repetido.
Desde que voy naciendo
y me sorprendo
con la edad de los siglos
a manos llenas, malabares
de tiempo que no hago,
en palabras que no actúo
y menos digo.
Desde que voy naciendo
y nazco, y otros ojos dicen
te comprendo,
diáfana la claridad
y honesto abrigo.
Se me ha volado el tejado
así de pronto,
los pies del suelo
de pronto,
las orejas, los labios
de pronto.
De pronto,
todo lo que había
escrito en los libros.
Maravilla.
ResponderEliminarEste poema irradia suficiente luz como para desbaratar cualquier tiniebla. Digo letra a letra lo que dice Darío.
ResponderEliminarUn beso, Nómada.
La vejez empieza en la cuna y uno no sabe nunca cuándo terminará.
ResponderEliminarTierno y bello poema.
Besoss.
Bellísima declaración, todo un manifiesto.
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