Caminaba por una línea recta. Un pie después del otro. No sabía vacilar; si acaso, andaba más despacio.
Detestaba la laxitud del dicho al hecho, pero exigía lo mismo que entregaba. Tampoco creía en el contorsionismo; uno no adapta la idea en función del público.
En realidad, sabía que el hombre está solo sin importar la presencia o ausencia de gente, y había decidido ser capaz de sacarse de cualquier abismo. Comprendía que la red puede sostenerte sólo en la medida de la propia voluntad de sostenerse y aún así no contaba con ello.
Se había reconstruído desde cero, y no había nada que pudiera mover aquellas piedras.
me ha gustado, sisi.
ResponderEliminarqué bueno... linea recta, linea recta...
ResponderEliminarsiempre reciclando el alma...
ResponderEliminarHola: navegando por aquí encallé en tu blog y me ha gustado. Me gusta el estilo enérgico de tus textos. Volveré. Saludos.
ResponderEliminarAlgunos dicen que la línea recta es una utopía. Que sólo existe la curva. Pero son los menos.
ResponderEliminarlo que me hacía falta.. ponerle nombre a esa actitud .. gracias !
ResponderEliminarA mi me encantan las líneas rectas, sencillamente perfectas o impudicamente imperfectas, sin forma. Ando en equilibro sobre una de ellas, me caigo y subo otra vez, porque eso es lo que tienen las líneas rectas, que son infinitas.
ResponderEliminarLas líneas rectas se trazan en las reconstrucciones, como tú dices. Antes o después, algo se quiebra.
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