No sé cuándo empieza el desastre.
Deben morir las horas o los segundos.
Arrasarse el mundo de un viento destructor
que no va más allá de un suspiro tránsfuga.
Un aliento último de hoja que
hace crepitar un interior hecho añicos.
Como polvo de vidrio.
Una lámpara que brilla un poco menos.
Un hurto imperceptible de los cuerpos,
la órbita un poco más libre, el acento escéptico.
Áspero. Mínimamente cansado.
Dado-por-hecho.
Con todo al traste.
Música: What can I do - Anthony & the Johnsons + Rufus Wainwright
Es curioso cómo el desastre empieza siempre en un punto visible sólo en retrospectiva.
ResponderEliminarMe encantó, es sublime. Siempre es un placer tu escritura, pero este poema me parece maravilloso. Besos.
ResponderEliminarNo entiendo de poesía, pero sí sobre desastres. Aunque, insisto, no entiendo de poesía, entiendo que un desastre siempre tiene posibilidades de evitarse.
ResponderEliminarY el desastre que se torna viento huracanado, empieza con un suspiro.
ResponderEliminarYo sí que soy un desastre para descifrarte, H.
ResponderEliminarSonrío.
¿Acaso hay alguien que pueda saber cuándo empieza el desastre? Habrá quienes vean o intuyan algún que otro signo, pero ¿actúan en consecuencia? ¿O lo dejan todo "en manos de los dioses" (sonrío, y no te hablo de religión)?
ResponderEliminarTu verbo es como lluvia, y no me preguntes por qué. Tus palabras se arrojan como kamikazes serenos y llegan al cerebro de quien te lee como balas certeras. Eres una de las mejores cantoras de la melancolía y la nostalgia que haya conocido.
Un saludo, de una persona que se ha vuelto demasiado errante...