He de oir la tristeza en todo su canto.
Como aquel racimo de uvas que iba madurando
y no sé por qué.
He de oir la tristeza y en su llanto,
desentramar la senda de los días.
E ir cosiendo piedras a este saco,
para vencer la ingrávida alegría.
Quiero un jardín para las tardes frías
ResponderEliminarun sitio blando para contemplar
el desvanecimiento de las horas
y acompañarme de vino y llanto
mientras el silencio me cobija
con su sustancia hecha de palabras muertas.
Mis ojos fabrican imágenes
en una secuencia que amasa
nostalgias y promesas en un postre feliz.
El aura de mi mujer
desciende sobre mi
sonrío un poco
su beso me ha curado el miedo.
anuar iván.
Bello poema, de maceración, de levaduras que quizá rescate esa esquiva alegría. Bello poema. Besos y gracias por tus comentarios, a veces no tengo tiempo para devolver todo lo que me regalan los comentarios. Pero los leo atentamente. Besos bis.
ResponderEliminarY qué entrecortado y breve se escucha, en cambio, el canto de la alegría.
ResponderEliminarEse no saber por qué es el que impide que la ingrávida alegría descienda sobre nosotros.
ResponderEliminarAmén?
ResponderEliminarNi lo sabes tú, ni tampoco lo sabría yo. No es fácil responder a ciertas cuestiones.
ResponderEliminarIngrávida, sobre todo eso, ingrávida...
ResponderEliminar... esquiva...
... quimérica...
... efímera... (sólo nos queda disfrutar esos momentos en que se nos regala)
... inaccesible.
¿Dónde te escondes, alegría?
P.D. Me encanta el nuevo aspecto del blog. Sí que eres inquieta, no permaneces demasiado tiempo con una apariencia y eso tiene un aspecto positivo: sorprendes.
ResponderEliminarEspero que, pese a lo que transmitan/traduzcan tus versos, todo vaya todo lo bien que pueda ir por tu orilla.
Besos.