22 ago 2009

Enmudecer


Cada explicación encadenaba un nuevo principio. Cada por qué otro por qué como las guirnaldas de papel de los colegios. Aceleración tangencial en mano se impuso enmudecer. Soltó la cuerda en la que trazaba cículos.

Ser libre se saldó con el precio de convertirse en villano. Y puesto que no se puede romper lo que no existe a cuchillo, los ecos maltrechos, aún palpitantes, encargaron a manos llenas la derrota.

Ahora basta. Jaque. Jaque-mate. Todo tuyo, hasta la última palabra, miseria o gota. La próxima me tocan blancas y no empiezo partida. Deliberadamente callo. Y sigo.

2 comentarios:

  1. Yo me enroco, algunas veces, me hago inextricablemente indefenso entre mis torres y peones, saludos

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  2. Nunca se sabe quién hará jaque-mate. Desplazamos nuestros peones a lo largo del tablero, con la esperanza de trazar las trayectorias adecuadas, capaces de clavarse en la diana de las elecciones correctas, y de repente... el tablero ha cambiado. O nos hemos movido en una dirección opuesta a la que deseábamos.

    Es suficiente para enmudecer. Para desistir. Para no querer empezar la siguiente partida. ¿Es suficiente?

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