Ni las amapolas...
Ni las amapolas,
ni las piedras.
Traigo el corazón
contra el rastrojo.
Que no eres,
descubro,
en mi despojo.
Y aún así,
despierto el todavía.
Ni las amapolas,
ni las piedras.
Pero prende la
noche y el arrojo.
Y no siendo,
te busco subjuntivo,
aunque haya de
perderme, poco a poco.
Ni las amapolas,
ni las piedras.
Ni la tierra entre las piedras y las amapolas...
ResponderEliminarMe ha encantado, mi querida H.
ResponderEliminarMucho.
Bello, musical, y nos deja ese enigma de indecisión...Besos.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo es y aún así me empeño
ResponderEliminaren hacer tangible el humo.
Sueñan los dedos
el tacto de la niebla.
Siempre me gustaron las amapolas, son para mí recuerdo de la infancia y lo que pervive entre el blanco y el negro de la falseada y a trazos nostálgica memoria y el olvido. Una de las flores más sencillas y bonitas.
ResponderEliminarExquisitas tus piedras y tus amapolas. Para enmarcarlas.
ResponderEliminarBesos.
Ni las amapolas ni las piedras, solo el sol y el aire, la noche y la quietud.
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