La poesía que no hube de aprender me regurgita versos con la puntería de Tell en un día lúcido.
Me doy cuenta de que me faltas
y de que te busco entre las gentes, en el ruido,
pero todo es inútil.
(Sabines)
Dispara, con el afilado filo resbalando lentamente entre las manos. Y yo que pensé que había sellado el pasado hasta anegarlo por imposible.
Cuando duermes, mueres sólo un poco y queda, ardes en silencio como fiebre.
Y he aquí que visito las suturas como quien hace inventario de un desván viejo. A un lado las miserias y al otro los fantasmas.
Tus palabras yacen donde el hastío no las marchita, pero hablan de Otra. Otra que ya no existe, Otra que ha olvidado todas aquellas razones sepultadas de penumbras, y que - como Tontina - se encuentra jugando a no volver nunca.
Y aunque hacen diana, no pueden tocarme para siempre.
No sé qué decir, pero me gusta especialmente, son muy acertadas sus imágenes, aunque el final sea el de una conocida derrota malherida... Un abrazo
ResponderEliminarEso es lo que tiene la poesía, la puñetera, te devuelve aquello que querias perder.
ResponderEliminarUn abrazo
Las letras, incluso más que las imágenes, nos devuelven versiones irreconocibles de nosotros mismos.
ResponderEliminarHabrá algo que nos toque para siempre?
ResponderEliminarenhorabuena por tu interesante blog.