Todo es desorden en esta sopa de palabras que no va a ninguna parte. Es como jugar con dados cargados o empujar el carrito de la compra. Nuestra probabilidad está manida y ratos tan desgastada que da asco que todo cuadre. Como ir por raíles.
El sentimiento está tipificado. No me queda nada nuevo que decir que no haya sido escrito previamente. Nada que nadie haya pensado antes. Creemos que inventamos cosas invirtiendo el orden de las partes. Así el amor se convierte en desamor, la expectación en nostalgia y el ruido en silencio. Nos sentimos únicos, intrépidos o malditos. Incomprendidos. Exquisitos.
Me pregunto para quién los laureles, o por quién las campanas. En realidad somos invisibles. Risibles en nuestras conquistas, conmiserables en nuestra derrota.
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